• Su historia es un recordatorio de que la edad es solo un número cuando se tiene un espíritu activo y una memoria prodigiosa.
Por: Arturo Callejo

A sus 96 años de edad, la vitalidad de Jovita Inés Rivas Chavarría es tan sorprendente como la historia de su vida. Nacida a finales de la década de los 20's en San Felipe Tlalmimilolpan, Toluca, doña Jovita no solo ha sido testigo de la evolución de México, sino que también ha tocado de cerca a sus grandes íconos. Desde su oficio como sirvienta en su juventud hasta su faceta de artista jubilada, su relato es un testimonio de resiliencia, trabajo y una memoria asombrosamente lúcida.

Actualmente, vive con su hija Martha y convive a diario con sus cuatro nietos, quienes le brindan compañía y apoyo. Aunque extraña su propia casa, ubicada cerca de la de su hija, doña Jovita conserva una gran autonomía en sus quehaceres diarios. Sus manos, que hoy pintan flores de Nochebuena en manteles, fueron las mismas que sirvieron a las grandes estrellas del cine nacional.

Los recuerdos de una "sirvienta" en la capital

Siendo una adolescente, la necesidad la llevó a trabajar en la Ciudad de México. Fue en la casa de la señora Carmelina Soler donde, entre quehaceres, tuvo la oportunidad de convivir con personalidades de la Época de Oro del cine mexicano. Sus relatos no son solo anécdotas, sino un retrato íntimo de figuras que hoy son leyendas.

Con la voz llena de añoranza, doña Jovita describe cómo fue su convivencia con ellos:

"Dame el espejo, dame los zapatos, dame el peine, dame la pintura, dile a Dolores que me limpie los zapatos, ahí, ahí los conocí".

Entre todos, Pedro Infante y Jorge Negrete eran los que más destacaban, aunque de maneras muy distintas. Doña Jovita recuerda a Jorge Negrete como "muy agresivo", mientras que Pedro Infante era mucho más amable y cercano. Con una sonrisa, imita al ídolo de Guamúchil:

"Oye muñequita, dile a Soledad, dile a Chole, que me haga una jarra, pero así (grande) me decía, de limón, de naranja o de cualquier fruta, pero con hartos hielos, ahí los conocí".

Incluso recuerda haber conocido al famoso boxeador "Ratón" Macías el día que le entregaron su "cinturón de oro". Estos encuentros no solo marcaron su juventud, sino que la conectaron con el corazón cultural de una época dorada.

Una vida de trabajo y reinvención

Tras sus años en la capital, doña Jovita regresó a Toluca para trabajar durante casi 33 años en la fábrica de "Bordados Ely". Se jubiló en la década de los 80's, dejando atrás una larga trayectoria que le permitió conocer a muchos compañeros. Al hacer un ejercicio de memoria, evoca con facilidad sus nombres: "Era Vidal Armendáriz, era Florentino Rosas, era Marcelo Garcés, había muchos hombres y de mujeres era Gloria y Luisita, muchas mujeres".

A pesar de no haber tenido la oportunidad de ir a la escuela, su sed de aprendizaje la llevó a la Escuela de Artes y Oficios “Margarita Maza de Juárez”, ubicada detrás del Palacio de Gobierno. Allí se reinventó y descubrió su talento para el arte.

"Estudie tejido, qué lástima que no estoy en mi casa, sino le enseñaba, pero los juegos de baño, están muy bonitos, servilletas, me mandan a hacer por ejemplo, para unos quince años, unas servilletas, unos recuerdos, hago aretes, hago pulseras, todo, todo hago", comparte con orgullo.

Sobre una mesa de madera, cerca de una ventana para aprovechar la luz, doña Jovita muestra el mantel que está pintando. Los patrones de flores de Nochebuena, previamente marcados por sus nietos, cobran vida bajo sus pinceles. Los pinceles y la pintura, nos cuenta, se los trae su hijo Víctor Eugenio desde Estados Unidos, pues los mexicanos, "no sirven porque se doblan".

Un alma artista que sigue creando

La creatividad de doña Jovita no se detiene en la pintura. Con una visión todavía aceptable y sin necesidad de bastón, se dedica también a hacer pulseras y collares de colores vistosos con piezas de plástico. Aunque ya no teje con la misma frecuencia, en su juventud y madurez creó suéteres, blusas y juegos de baño con gran destreza.

Su historia es un recordatorio de que la edad es solo un número cuando se tiene un espíritu activo y una memoria prodigiosa. La vida de Jovita Inés, tejida entre el trabajo duro, el arte y los recuerdos de una época legendaria, nos inspira a valorar nuestra historia y a seguir aprendiendo y creando sin importar los años.

¿Conocen a alguien con una historia tan inspiradora como la de doña Jovita? ¡Comparte su historia en los comentarios!